EL ACUERDO - JUDESTY

BOOK TRAILER



CAPÍTULO PRIMERO

La tarde era fría y lluviosa, parecía como si el viento en cada soplido anunciara tragedia, su fuerza hacía que las hojas cayeran sin cesar, inmensos nubarrones cubrían el cielo y un ambiente desagradable se cernía sobre toda la hacienda 'La Serranita'. La entrada principal a la hacienda, era un enorme portón hecho de madera de pino del Norte de Europa, importada exclusivamente para fabricarla. Aquella tarde sus puertas estaban abiertas de par en par, en cada una de ellas, había vigilantes vestidos de negro con gafas oscuras y pinganillos en sus oídos, dos cámaras monitorizaban a los coches que asistían al funeral. Todos querían dar el último adiós al viejo Juan Antonio Carranza Mercader. Mexicano de nacimiento, John (así lo llamaban sus socios americanos) llegó a Texas apenas con 19 años, cuando el boom de los inmigrantes mexicanos no había empezado todavía. Escogió la ciudad de Fort Worth ubicada al noreste del estado, en esa época había una incipiente industria ganadera y ahora -52 años después- Fort Worth era la base de la agricultura y ganadería de todo Texas. La fortuna Carranza Mercader abarcaba diversos negocios, pero su principal fuente era las miles de hectáreas que formaban 'La Serranita'. La hacienda contaba con innumerables cabezas de ganado de diferentes razas y para diferentes propósitos. Además, poseía un número considerable de caballos pura sangre, muchos de ellos comprados en Arabia Saudita.
Juan había fundado varias compañías de importación y exportación de productos ganaderos y agrícolas, tanto en los Estados Unidos como en México, Inglaterra, Francia y Alemania. Tenía varios inmuebles a lo largo de todo el país, una casa de veraneo en Marbella y otra en París, coches, yates, avión privado, etc. El viejo Carranza Mercader había creado una gran fortuna -una de las más grandes del estado- no solo por meritos propios, pues poseía un olfato natural para los negocios, sino también por la herencia ganadera de su familia en México. En los años 70, Juan Antonio creó la empresa más poderosa del sector ganadero, LIVESTOCK TEX Co. con sede en Nueva York. En 20 años se hizo con el mercado de todo Texas e invirtió su fortuna en distintos valores, ya no solo en la industria ganadera sino en la textil, petrolera, naviera, etc. Si alguno de estos sectores pasaba por momentos de crisis, podía afrontarlos con las ganancias que obtenían los otros. Sus inversiones en la bolsa eran cuantiosas, los límites de su riqueza y de su poder eran difíciles de determinar. Sin embargo, 'La Serranita' era sin lugar a dudas, la base de todo el imperio. Los padres de Juan murieron cuando él tenía 25 años, con su único hermano Reinaldo (Rey como le llamaban los íntimos) dirigían todo el negocio. Reinaldo se encargaba de las empresas mexicanas y Juan de las norteamericanas. Era muy difícil encontrarlos juntos en algún evento social, pero mantenían un asiduo contacto por teléfono y por citas de negocios que requerían su presencia. La mayoría del tiempo los dos se encontraban en distintas ciudades y en distinto horario, pero trataban de coincidir en fiestas familiares, cumpleaños, navidades, etc.
Reinaldo contaba ahora con 65 años. Era un hombre corpulento, de estatura estándar, con el pelo canoso, moreno de piel y de ojos oscuros. A simple vista se podía afirmar que en su juventud había dedicado tiempo al deporte, costumbre que nunca abandonó, ya que todas las mañanas antes de desayunar, corría como mínimo media hora. Le importaba mucho conservar un buen estado físico, no era apuesto pero tampoco desagradable a la vista. Al entrar a cualquier lugar, su presencia no pasaba desapercibida, destacando por su elegancia, por su saber estar y sobre todo por su apellido.La esposa de Rey era Camila, oriunda de Texas. En su juventud fue aspirante a actriz de teatro, intervino en varios anuncios de publicidad pero no llegó a ser famosa. Trabajaba de camarera durante el día y de canguro por la noche. Camila tenía una belleza particular, alta, rubia, delgada y muy pero muy sensual. Era 15 años menor que Rey. Cuando lo conoció, creyó que él la haría perder la cabeza, se enamoró apasionadamente y su objetivo principal fue conquistarlo. Jamás tendría que preocuparse de su futuro, si lograba que Reinaldo Carranza Mercader fuera su esposo. Su vida se centró en ese plan y al final lo consiguió, Reinaldo se casó con ella y de esta manera, Camila entró a formar parte de una de las familias más adineradas de todo México y de los Estados Unidos. Igual que su esposo, Camila se esmeraba mucho en su cuidado personal. Asistía regularmente al gimnasio, al masajista dos veces por semana y tenía un equipo de personas dedicadas a que su aspecto, siempre fuera el correcto. Nutricionista, peluqueros, diseñadores, todos contratados con el único propósito de que la señora Carranza Mercader estuviera espectacular en cualquier evento. Con el paso del tiempo el cirujano plástico entró a formar parte de este equipo. Al poco tiempo de casarse, Rey quiso tener hijos, pero pasaron los primeros años y no llegaron, consultaron con los mejores especialistas y descubrieron que Rey era estéril y que no existía -por el momento- ningún tratamiento que pudiera hacerle fértil.
Él jamás pudo superar esta situación. Camila intentó por todos los medios que la ausencia de hijos, no perjudique su matrimonio, pero no lo consiguió, incluso intentó adoptar, pero Rey no estuvo por la labor. Se volvió frío, de mal carácter y muy celoso, veía un rival en cada hombre que se acercaba a Camila, su vida se convirtió en un verdadero infierno. Reinaldo el día del funeral se sentía desolado, la muerte de Juan parecía afectarle en extremo, no podía dejar de pensar en él -su único hermano, su apoyo-. Vestía un traje negro de la firma Armani, camisa del mismo color, corbata gris oscura; sobresaliendo del bolsillo de su chaqueta, se podía observar la punta de un pañuelo de color rojizo. En ese momento, se encontraba de pie junto a la ventada del salón de juegos, mantenía los brazos cruzados y su expresión era de desolación. Su mirada se perdía a través del cristal, mirando la lluvia que caía sin cesar.
El salón de juegos, se ubicaba en la segunda planta de la casa principal. Aquella casa en la que había compartido muchos momentos con su hermano. Su mirada recorría el inmenso terreno que abarcaba 'La Serranita', sus fronteras escapaban a sus ojos, en su memoria podía divisar cada hectárea de aquel terreno que su hermano tanto amó. La hacienda era para Juan su vida, a pesar de que sus negocios le obligaban a estar constantemente viajando, Juan en la menor oportunidad, volvía a casa, no podía estar mucho tiempo alejado de ella, era como si un poderoso imán le atrajera a ese lugar. Reinaldo en cambio, no podía comprender tanta obsesión por esa hacienda, Juan era capaz de sacrificarlo todo, absolutamente todo, para no perder 'La Serranita'.En esos momentos de soledad - que eran los últimos que iba a tener antes del funeral- pensó en las discusiones continúas que tuvo con su hermano por motivo de la hacienda. ¿Cuántas veces le aconsejó que la vendiera y se dedicara a los negocios bursátiles y del petróleo?, muchas. Infinidad de veces, le propuso que se estableciera en Nueva York, que se olvidara de cabezas de ganado, de trabajadores, de cuidados de pasto, de caballos, de cerdos, que se olvidara de siembras y de ventas al por menor, que podría dedicarle más tiempo a su familia, a Tesa -su hija- que tanto lo necesitaba.
Pero Juan no le hizo caso, siempre apelaba a que 'La Serranita' había sido el inicio de todo y que si algún día él no estaba, la hacienda tenía que seguir en poder de su familia. Decía que si un día su imperio desapareciera por completo, le bastaría con una sola parcela de la hacienda para crear uno nuevo. La última discusión había tenido lugar hacía dos meses en Washington.
Juan lo citó para decirle que las acciones mexicanas, valían cada vez menos y que lo mejor sería vender la mayoría de las empresas, antes de que su valor quedara por los suelos.
Habían estado en una cena de negocios y antes de irse a dormir, bebían una copa en el lobby del hotel.
- ¿Vender las empresas de México? -preguntó Reinaldo, incrédulo por lo que estaba escuchando.
- Es lo mejor -decía Juan, que parecía muy tranquilo, demasiado tranquilo pensaba Rey, como si desprenderse de aquellos activos no representara nada para él- Estos últimos 5 años han estado arrojando pérdidas cuantiosas, reubicaremos a los trabajadores, indemnizaremos a los que quieran renunciar e invertiremos en otros valores. - ¿Por qué venderlas? He estado al frente de esas empresas toda mi vida. Solo estamos pasando una mala racha, si esas empresas se venden ¿qué se supone que voy a hacer?
- Por favor Rey, no seas dramático, sabes mejor que nadie, que aunque todos los negocios de México desaparecieran, tú estarías cubierto por las empresas americanas. ¿Por qué te cuesta tanto trabajo tomar esa decisión? El vender será un buen negocio, el dinero que obtengamos de la venta, lo invertiremos en el sector hidroeléctrico que actualmente está en auge, en menos de un año nos recuperaremos.
- ¿Por qué no vendes tú? Vende parte de La Serranita o vende alguna de las propiedades que tenemos -al decir tenemos su voz se quebró. Los dos sabían que todas las inversiones que mantenían en Estados Unidos, existían exclusivamente porque Juan las negoció y Reinaldo no había formado parte de las mismas, sino solo con su firma, requisito indispensable por ser uno de los accionistas mayoritarios de la compañía, él lo sabía muy bien, sin embargo, intentó que su hermano no notara su duda.
- Ninguna de las empresas de aquí están arrojando pérdidas. Es cierto que algunas no han sido lo que esperábamos, pero aun así, siguen produciendo. ¿Por qué tendría que sacrificar las buenas para salvar las malas? No es lógico Rey, me asombra que me pidas eso -Juan era enfático y se podía apreciar que estaba un poco molesto.
- Pero, si vendieras parte de la hacienda o la hacienda completa, te ahorrarías muchos dolores de cabeza. Juan piensa en Tesa, ella podría vivir mejor, tendría más facilidades en la ciudad, tú no tendrías que viajar tanto y no sería necesario sacrificar nuestro patrimonio en México. Solo necesito una inyección de capital y verás como en poco tiempo recupero todo su valor.
- ¡La Serranita es mi vida Reinaldo! -gritó, al mismo tiempo que se ponía de pie- ¡esa tierra soy yo!, si la llego a perder moriría. ¿Es qué no puedes entenderlo? su gesto se había transformado en enfado. Reinaldo sabía que había llegado la hora de callar, sabía que Juan era paciente hasta un determinado momento, pero si pasaba de ese límite, la ira de Juan podía llegar a niveles muy elevados. Sabía también, que lo mejor era dejar pasar la tormenta y que luego sería más fácil conseguir lo que quería.
- ¿Volvemos a lo de siempre? -preguntó Juan, tratando de modular el tono de su voz- ¡Nunca!, óyelo bien, ¡nunca venderé ni un solo metro de mi hacienda, nunca!, ¡y deja ya de meter a Tesa en estos problemas! ella está muy bien donde está. Estoy completamente seguro que no soportaría estar alejada de la hacienda, mi hija ama igual o más que yo esa tierra.
- Está bien, lo que tú digas, ¡cálmate! -dijo Rey en tono conciliador- será mejor irnos a dormir, mañana nos espera un día duro.
- Sí, tienes razón -respondió Juan, dirigiéndose a la puerta- lo dejaremos por ahora, ya veremos qué hacer con las empresas, buenas noches y descansa.
- Buenas noches hermano. Reinaldo continuó bebiendo su copa y su mirada fue perdiéndose poco a poco en la nada. Tocaron a la puerta en ese momento y Reinaldo volvió de sus recuerdos. Era Jacob -el capataz de la hacienda- Jacob era el hombre de confianza de Juan, se encargaba de todo lo relativo con la hacienda, desde poner un cerco hasta organizar las compras y ventas de las reses. Jacob bordeaba los 60 años y siempre gozó de la estima y sobretodo del respeto de Juan, sin contar que Tesa lo adoraba, pasaba más tiempo junto a Jacob que con su propio padre y tío.
- Disculpe Señor, ¿puedo pasar? entró en el salón sin hacer el menor ruido, con el sombrero en las manos y con una actitud humilde y apenada. Vestía un traje oscuro, no elegante y en su antebrazo llevaba una cinta de color negro, demostrando su luto por la muerte de Juan.
- Dime Jacob, ¿qué pasa?
- Nada Señor Solo que la gente ha empezado a llegar para el funeral, se están ubicando en la capilla y la verdad es que creí que un miembro de la familia debería estar ahí para recibirles.
- Has. -hizo una pausa, como si temiera preguntar- ¿has avisado a Tesa?
- Oh sí señor, pero creo que tardará en bajar.
- ¿Tardará o no bajará? -preguntó Rey sabiendo de antemano la respuesta.
- No lo hará señor, se lo he pedido de muchas maneras, he querido ayudarla a vestir, incluso Manuela -el ama de llaves- ha estado con ella toda la mañana, intentando que se levante de la cama, se vista y esté presente en los funerales, pero no, no quiere hacerlo, lo siento señor, me temo que estará usted solo. Rey suspiró, movió negativamente la cabeza y puso su mano sobre su cabello como señal de impaciencia.
- Ayer hablé con ella por teléfono -exclamó- y me dijo sus intenciones, pensé que en el último momento se arrepentiría y asistiría al funeral -hizo una pausa y de repente- ¡Por Dios¡ ¡es el funeral de su padre! - gritó Rey irritado, dando un puñetazo en la mesa, ¿no puede dejar de ser tan caprichosa ni siquiera en estos momentos?Al oír aquellas palabras, la postura de Jacob se estiró, cambió su gesto humilde y tranquilo por un semblante un tanto ofendido y digno.- Perdone que lo contradiga señor, pero la señorita Tesa nunca ha sido caprichosa, su actitud refleja el dolor que le ha causado la muerte de su padre. Es comprensible que en lo que menos esté pensando en este momento, sea cumplir con los invitados. -Rey suspiró y trató de conservar su tranquilidad.
- Tienes razón Jacob. Perdona, no quería ni por un minuto ofender o decir algo en contra de Tesa, pero ahora es cuando más la necesito, tiene que estar junto a mí para demostrar a todos que si Juan ha muerto estamos nosotros, su familia, para hacernos cargo de todo -empezó a caminar de un lado a otro sin parar y continuó- La mayoría de concurrentes son socios nuestros, están preocupados porque no saben qué pasará con todas sus inversiones, no saben quién estará a la cabeza de la junta directiva de LIVESTOCK -Rey hablaba sin parar, olvidando que se dirigía a Jacob que era el capataz- Necesito su presencia como muestra de unión de la familia Carranza Mercader.
- No sé qué decirle señor, la señorita Tesa está pasando por momentos muy duros, dele un poco de tiempo para digerir lo que está sufriendo. Estoy seguro que en cuanto transcurra algunos días, ella podrá afrontar todo.
- Está bien Jacob, confío en ti, para que me ayudes a convencerla de que no tenemos mucho tiempo para tonterías. Todo el negocio está en juego.
- Lo sé señor, no se preocupe, intentaré convencerla.
- Gracias Jacob. Cambiando de tema ¿has visto a mi esposa Camila? preguntó un tanto preocupado.
- Sí, ahora mismo está en el salón recibiendo a la gente y organizándolo todo para la misa en la capilla.
- Está bien, bajaré en 5 minutos.
- Con su permiso señor -Jacob dio media vuelta y salió de la habitación.
Rey volvió junto a la ventana, los coches no dejaban de llegar, tenía que estar tranquilo, ahora no era tiempo de debilidades ni de temores, tenía que demostrar fortaleza y confianza a toda esa gente, sabía que los próximos días serían tremendos, porque la muerte de Juan había sido inesperada. Juan siempre gozó de muy buena salud, nada hizo presagiar un desenlace trágico, ¿quién se iba a suponer siquiera que sufriría un accidente de coche? nadie. El accidente había pasado cerca de Chicago. Las primeras investigaciones policiales, afirmaban que el coche de Juan iba en el carril correcto, cuando fue envestido por un tráiler que perdió los frenos. Fue una coincidencia fatal, arrojó el coche de Juan contra la montaña, mientras que el propio tráiler cayó al precipicio muriendo en el acto el conductor, al que fue solo posible identificar por su matrícula, ya que su cuerpo quedó carbonizado con la explosión que provocó al caer.
Lo que llamó la atención de la policía, fue que la carretera en donde ocurrió el accidente, no era la que se suponía tomaría Juan aquel día, por lo contrario, fue en una carretera que estaba a las afueras de Chicago y que conducía a Milwaukee. Cuando llegó la policía, Juan aun vivía pero estaba muy débil, tenía contusiones en todas partes, al llegar la ambulancia quisieron inmediatamente transportarlo hasta el hospital pero sufrió una hemorragia interna severa y murió antes de llegar. Juan era un excelente conductor, tremendamente respetuoso de las normas de tráfico y por lo general iba con chofer personal, pero ese día en concreto, eligió conducir, según la policía, le dijo al chofer que tenía que hablar con alguien urgentemente y que prefería conducir él, que luego iría al aeropuerto, también le dio instrucciones para que tomara el primer avión a Texas y que se reuniera con él en la hacienda. Las investigaciones hasta ese momento, no habían podido determinar con quién tenía que encontrarse. No hubo registro en su oficina, en su agenda o en su móvil de alguna cita pendiente. Ni tampoco alguna pista sobre el por qué dirigió su coche con dirección a Milwaukee. Rey tenía la confianza que pronto darían con la persona en cuestión porque las investigaciones apenas habían empezado. La policía le dijo a Rey, que la persona que conducía el tráiler esa tarde, era un hombre de más o menos 60 años, que era un chofer experimentado en carreteras y que tenía un expediente profesional impecable. Las investigaciones que hizo la policía, aseguraban que no fue un fallo técnico, por lo que suponían que pudo tratarse de un fallo humano. Lamentablemente no se pudo hacer la autopsia al cuerpo por desaparecer con la explosión.
Tenía que bajar, sabía que no podía seguir retrasando el momento de enfrentarse a todos. Sin embargo, en esos momentos, no se sentía con las fuerzas suficientes para bajar esos escalones, buscar a Camila y recibir el pésame de todos. Sería mucho más fácil si Tesa estuviese con él, si por lo menos se refugiara en él y no estuviera sola en su habitación sin hablar más que con los criados. La quería tanto que no podía comprender cómo ella no lo buscaba en esos momentos, en los que los dos necesitaban la fuerza y el cariño del otro. Haría un último intento, iría a la habitación de Tesa y le pediría que le acompañase.
Salió decidido a ir junto a su sobrina, pero nada más abrir la puerta, encontró a Camila que se disponía a golpear.
- Oh cariño, venía a buscarte, pensé que no bajarías nunca. Hay varias personas que preguntan por ti y por Tesa y la verdad es que no sé qué decirles. También el sacerdote está a punto de iniciar la misa, debemos bajar ya - dijo Camila preocupada, pero nada más mirar a su marido cambió su tono - Perdóname mi amor, yo preocupada por estas tonterías y no me fijo cuánto te está costando todo esto ¿verdad?, ¿te sientes bien?. ¿Quieres algo de beber antes de bajar?
- No. Déjalo, ahora mismo iba a buscarte, sé que tenemos que pasar por todo esto, quería que Tesa me acompañase pero Jacob me ha dicho que no está por la labor.
- Sí. Jacob tiene razón. He estado golpeando su puerta hace un rato y me ha gritado que me fuera, que necesitaba estar sola -se acercó a Rey, lo abrazó y luego tocando su mejilla con su mano dijo- mi amor, es mejor que no la presiones, sin su padre está un poco perdida, démosle tiempo, lo necesita. Yo estaré contigo en todo momento -lo besó suavemente en los labios y susurró- vamos cariño, bajemos juntos la escalera. Luego ya verás que pasa todo muy rápido.
- Tienes razón, acabemos de una vez todo esto. Gracias por estar conmigo Camila, sé que siempre estás ahí. Los dos se dirigieron a la puerta, al abrirla ya se escuchaban las voces del gentío en la planta baja. <> pensó Rey. Suspirando, cerró la habitación de juegos.